Consideramos que cuando los padres llevan al pre- adolescente al primer año del nivel secundario, el docente a cargo de cada área debe incluir en ese espacio de confianza. Entendemos también que su disposición afectiva se debe traducir expresando el cariño que siente por sus alumnos, en su capacidad de espera, en su empatía con los alumnos frente a la tarea, en contener y satisfacer los requerimientos que se realicen en el marco de su tarea y en la confianza y alegría que transmita frente a cada uno de los logros de que observe en los chicos que están a su cargo.
Requiere además proveerle conocimiento con compromiso y creatividad, de esta forma construirá de ese espacio potencial de confianza otorgado una zona rica de aprendizajes y experiencias. Acordamos que cuando los alumnos de estas edades (11 años o doce años) inician su escolaridad en una institución educativa, se producen una serie de transformaciones que conmueven tanto su vida como la de su grupo familiar.
Al contacto cotidiano se requiere sumar un clima sereno y estimulante que cuente con adultos formados y capacitados para estar frente a los mismos como juegos didácticos y materiales a su disposición, para así ampliar y enriquecer su mundo conocido. Es así que esta concurrencia debe constituirse en una oportunidad tanto de expansión como de afirmación de sus capacidades existentes y ampliar las que no poseen.
Es por ello que consideramos importante que nuestra escuela se prepare adecuadamente para darles a los mismos la bienvenida: planificando para ello la tarea que desarrollaremos que sin duda alguna requerirá contemplar sus necesidades y posibilidades, preparando el espacio físico y los materiales para jerarquizar el espacio físico como una variable estimulante y organizando el tiempo de manera flexible.
Comprendemos que los docentes comparten la tarea educativa con la familia, pero de hecho no la reemplazan, sino que la complementan.